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Agar era una joven egipcia que Abraham y su esposa Sara trajeron consigo de Menfis, adonde habían tenido que emigrar en una época de hambre que asoló al país.

Dios había prometido al patriarca una posteridad tan numerosa como las arenas del mar; pero la esterilidad de su esposa Sara parecía desmentir el oráculo divino, y el pobre Abraham, anciano de ochenta y seis años, estaba muy triste.

Entonces convinieron ambos esposos en que, para que se cumpliese el oráculo, Abraham tomaría a Agar por esposa. Agar era joven y muy bella y dio un hijo al patriarca.

La infeliz hubiera vivido en paz y tranquilidad crian­do el fruto de sus entrañas, si no hubiera ocurrido una cosa extraordinaria.

En efecto, un buen día, Sara, hasta entonces estéril, concibió y tuvo un hijo a quien llamaron Isaac; sobre, vinieron naturalmente las rencillas entre las dos mujeres y ello dio como resultado la expulsión de Agar, la cual, en compañía de su hijo Ismael, empezó una vida errabunda y llena de privaciones.

Cuéntase que en ocasión de una gran sed que padecieron, al ir Agar en busca de agua, el niño, al verse solo y sediento, empezó a llorar, rabiar y patear el suelo. Y una de las veces que su talón pegó sobre la tierra, esta se hundió y apareció un manantial, que es el que aun hoy alimenta los pozos de Zemzem.

Y también se dice que el lugar en que Abraham, al expulsar de su casa a la esclava Agar, la dejó abandonada, era el sitio en que hoy está emplazada in Caaba.

Agar e Ismael fueron los pobladores de lo que hoy llamamos Arabia, y de alias descienden los árabes.

 

Bibliografía

Repollés, J. (1979). Las Mejores Leyendas Mitológicas. España: Editorial Bruguera, S.A.

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