… ¿Qué es paz?…¿qué es para ti un tesoro?…para mí, es poder ver el verde del bosque sin que nada más me perturbe, me moleste, es caminar tranquilo en la calle con la persona que amo, es verte sonreír en persona o bien en mis sueños, es saber que tengo un futuro por delante, y no puedo evitar dejar de desear vivirlo, es saber que nunca me voy a dar por vencido, es apreciar la belleza de esa abejita comiendo poco a poco la miel de las flores, es sacarte mil sonrisas y si puedo hasta lágrimas de felicidad con cada suspiro, es levantarme por las mañana y pensar en ti, es recostarme en un parque y ver tu rostro sonreír, en mi mente, mi imaginación, soñar despierto y sentir tu aroma, tus caricias…esos recuerdos, y todos los que formamos, son mi tesoro, lo que me da paz…y todo lo que forma mi ser…
…gracias por estar allí…gracias por ser quien eres…gracias por endulzar mi vida, día tras día…esto es para ti…
…aun así no lo puedo compartir en vida, más que con tu espíritu que me visita…así te puedo decir, que no dejo de ser feliz al verte sonreír…
Compatida por: Mr. J
He aquí la historia que me contó Chen Lin-cheng; Un viejo amigo suyo estaba echado a la hora de la siesta, un día de verano, cuando vio, medio dormido, la vaga figura de una mujer que, eludiendo la portera, se introducía en la casa, vestida de luto; cofia blanca, túnica y falda de cáñamo. Se dirigió a las habitaciones interiores y el viejo, al principio, creyó que era una vecina que iba a hacerles una visita; después reflexiono: ¿Cómo se atrevería a entrar en casa del prójimo con semejante indumentaria?
Mientras permanecía sumergido en la perplejidad, la mujer volvió sobre sus pasos y penetró en la habitación. El viejo la examinó atentamente: la mujer tendría unos treinta años; el matiz amarillento de su piel, su rostro hinchado y su mirada sombría le daban un aspecto terrible. Iba y venía por la habitación, sin intención ninguna, al parecer, de abandonarla; incluso se acercaba a la cama. El fingía dormir para mejor observar cuanto hacía. De pronto, ella se levantó un poco la falda y saltó a la cama, sentándose en el vientre del viejo; parecía pesar tres mil libras. El viejo conservaba por completo la lucidez, pero cuando quiso levantar la mano se encontró con que la tenía como encadenada; cuando quiso mover un pie, lo tenía paralizado. Sobrecogido de terror, trató de gritar, pero, desgraciadamente, no era dueño de su voz. La mujer, mientras tanto, le olfateaba la cara, las mejillas, la nariz, las cejas, la frente. En toda la cara sintió su aliento, cuyo soplo helado le penetraba hasta los huesos. Imaginó una estratagema para librarse de aquella angustia: cuando ella llegara al mentón, él trataría de morderla. Poco después ella, en efecto, se inclinó para olerle la barbilla y el viejo la mordió con todas sus fuerzas, tanto que los dientes penetraron en la carne.
Bajo la impresión del dolor la mujer se tiró al suelo, debatiéndose y lamentándose, mientras él apretaba las mandíbulas cada vez con más energía. La sangre resbalaba por su barbilla e inundaba la almohada. En medio de esta lucha encarnizada el viejo oyó, en el patio, la voz de su mujer.
Pero apenas abrió la boca, el monstruo desvaneció, como un suspiro.
La mujer acudió a la cabecera de su marido; no vio nada y se burlo de la ilusión, causada, pretendió ella, por una pesadilla. Pero el viejo insistió en su narración y, como prueba evidente, le enseño la mancha de sangre: parecía agua que hubiera penetrado por una fisura del techo y empapado la almohada y la estera. El viejo acerco la cara a la mancha y respiró una emanación pútrida; se sintió presa de un violento acceso de vómitos y, durante muchos días, tuvo la boca apestada, con un hálito nauseabundo.
Bibliografía
Narraciones Terroríficas, Antología de cuentos de misterio. Barcelona: Ediciones Acervo, 1968.
Autor: P´ou Song-Ling (1640-1715)
Te levantas de mi lado, pero el cansancio es demasiado para poder voltearte a ver, no me puedo mover, quedo a la espera de tu regreso…te diriges a la cocina…
…escucho tus pasos de vuelta, y añoro tu respiración cerca de mi, comienzo a sentir cómo gentilmente te subes a la cama, siento tus caricias, y tus besos en mi mejilla, luego en mi boca…
…a la vez, escucho tus pasos acercándote a la cama, no puedes subir pues ya estás en ella…no me puedo mover, tus besos siguen en mí, pero estos se convierten en mordidas, solo me queda gritar…y genero un grito mudo desde lo más profundo de mi alma….
Compartida por: Adicta a las leyendas