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Más que una leyenda de fantasmas es una historia real, relatada en el libro “Mar Roxo de Cortés, Biografía de un Golfo” por Fernando Jordan.

Su nombre era Wilhem Winkle, originario de Alemania, estudio ingeniería en minas y después de nacionalizarse estadounidense, se vino a la Isla San José a trabajar.

Después de terminar con sus labores mineras, todos los trabajadores se fueron en un barco enviado por los jefes (cien obreros y familia.). Todos menos Winkle.

Los habitantes de la isla aseguran que Winkle estaba cuerdo cuando sus compañeros dejaron la isla, que incluso después del último pago que se hizo les dio ánimos y se miraba sonriente.

Fueron inútiles los esfuerzos de sus amigos para convencerlo que se fuera con ellos, y fueron los primeros en llamarlo “loco”, como ya habían levantado el campamento, se quedaría solo en la isla desértica, sin hogar, sin ropa y sin víveres. Winkle solo alzo los hombros y dijo: “Me quedo.”

Los pescadores que tenían su campamento cerca, solo lo observaban de lejos, y vigilaban sus movimientos, como cuando se quedaba fijamente mirando la cumbre de la montaña, cuando se quedaba sentado en la playa. O cuando deambulaba por las orillas.

Los pescadores llegaron asegurar que no dormía ni comía nada, que solo se la pasaba mirando al horizonte como si nada más importara.

Por las noches observaban como desde la cueva que vivía, encendía una fogata, la cual alimentaba los temores de los pescadores que desde lejos, lo observaban, ellos jamás le dirigieron la palabra ya que estaban demasiado sugestionados por las historias que se contaba respecto a él.

Otros pescadores aseguraban que se la pasaba recorriendo la isla buscando pepitas de oro y madre perla. Pero esto no lo pudieron comprobar porque jamás le hablaron.

Tiempo después los pescadores encuentran el cuerpo, el cual llevaba muerto varios días, y había comenzado a ser comido por la fauna local.

Fue enterrado por los pescadores, y la leyenda comenzó a crecer más porque ahora decían que se aparecía el fantasma del loco y que incluso en las noches se miraba el fuego encendido desde el interior de la cueva donde vivió Winkle.

Wilhem no dejo nada que pudiera dejar pistas de sus acciones, solo una intrigante frase grabada en la pared de la cueva, en su idioma natal “ Freihiet durch Einsamkeit” que en  español significaba “la soledad como vía a la libertad”

Compartida por: Gilberto Ortega Aviles

Recostado en una banca del lindo parque central de Antigua Guatemala, viendo al cielo, y adormitándome, era temprano, antes de mediodía, no recuerdo la hora exacta…sentí un brisa tocar mi rostro, una delicia de caricia alrededor de mis ojos, y dibujar mis cejas…me quede deseando más…sentí tu respiración cerca de mí, tus extraños y conocidos labios comenzaron a tocar mi cuello, tu aroma invadió mi espacio, mi olfato…mi paladar…no quería despertar, deseaba que el tiempo se detuviera…más lo que se detuvo fue mi respirar…una ansiedad perturbo mi paz…

…abro los ojos con lucha de no perder la vida, y allí estas…vestido de lino blanco, tus ojos negros como la noche o la muerte que me avecina, sonríes…no lo hago de vuelta…bajo la mirada y con un dolor profundo…me retiro…

…me atacan tus demonios, o serán los míos…más el frio de tus uñas desgarran mi piel al darte la espalda…mis cicatrices…todas las que me has dejado están frescas y cada vez que te veo, que te siento, que me buscas, sangran…

…he caído de rodillas mil veces por ti, en mil realidades…ese espíritu de bondad que aparentas ser, en los sueños de muchos, en la mirada de los que te siguen…sabemos que la verdad es distinta…sos una figura de maldad, de angustia, juegas con las almas y te satisface verlas sufrir…o por lo menos con la mía…que te mantiene con vida saber que me lastimas con tu actuar…

…todas mis heridas las sano con oro, para enseñarlas con orgullo…porque he sido derrotado, más nunca me he dado por vencido…eres la muerte…eres mi muerte…! No es mi momento¡…solo eso te digo…

Compartida por: Mr. J

He aquí la historia que me contó Chen Lin-cheng; Un viejo amigo suyo estaba echado a la hora de la siesta, un día de verano, cuando vio, medio dormido, la vaga figura de una mujer que, eludiendo la portera, se introducía en la casa, vestida de luto; cofia blanca, túnica y falda de cáñamo. Se dirigió a las habitaciones interiores y el viejo, al principio, creyó que era una vecina que iba a hacerles una visita; después reflexiono: ¿Cómo se atrevería a entrar en casa del prójimo con semejante indumentaria?

Mientras permanecía sumergido en la perplejidad, la mujer volvió sobre sus pasos y penetró en la habitación. El viejo la examinó atentamente: la mujer tendría unos treinta años; el matiz amarillento de su piel, su rostro hinchado y su mirada sombría le daban un aspecto terrible. Iba y venía por la habitación, sin intención ninguna, al parecer, de abandonarla; incluso se acercaba a la cama. El fingía dormir para mejor observar cuanto hacía. De pronto, ella se levantó un poco la falda y saltó a la cama, sentándose en el vientre del viejo; parecía pesar tres mil libras. El viejo conservaba por completo la lucidez, pero cuando quiso levantar la mano se encontró con que la tenía como encadenada; cuando quiso mover un pie, lo tenía paralizado. Sobrecogido de terror, trató de gritar, pero, desgraciadamente, no era dueño de su voz. La mujer, mientras tanto, le olfateaba la cara, las mejillas, la nariz, las cejas, la frente. En toda la cara sintió su aliento, cuyo soplo helado le penetraba hasta los huesos. Imaginó una estratagema para librarse de aquella angustia: cuando ella llegara al mentón, él trataría de morderla. Poco después ella, en efecto, se inclinó para olerle la barbilla y el viejo la mordió con todas sus fuerzas, tanto que los dientes penetraron en la carne.

Bajo la impresión del dolor la mujer se tiró al suelo, debatiéndose y lamentándose, mientras él apretaba las mandíbulas cada vez con más energía. La sangre resbalaba por su barbilla e inundaba la almohada. En medio de esta lucha encarnizada el viejo oyó, en el patio, la voz de su mujer.

  • ¡Un fantasma! – grito en el acto.

Pero apenas abrió la boca, el monstruo desvaneció, como un suspiro.

La mujer acudió a la cabecera de su marido; no vio nada y se burlo de la ilusión, causada, pretendió ella, por una pesadilla. Pero el viejo insistió en su narración y, como prueba evidente, le enseño la mancha de sangre: parecía agua que hubiera penetrado por una fisura del techo y empapado la almohada y la estera. El viejo acerco la cara a la mancha y respiró una emanación pútrida; se sintió presa de un violento acceso de vómitos y, durante muchos días, tuvo la boca apestada, con un hálito nauseabundo.

 

Bibliografía

Narraciones Terroríficas, Antología de cuentos de misterio. Barcelona: Ediciones Acervo, 1968.

Autor: P´ou Song-Ling (1640-1715)

¡Hora de visita! – gritan; abro los ojos y veo las 3:33am en punto, atravesando mi catre veo tu silueta, vagando de un lado a otro, nuestro hijo en un brazo y una vela negra en la otra, me brinca el corazón de emoción; ¿Amor?…, no respondes, no puedo moverme, me cuesta respirar, y siento el tuyo cerca y de alguna forma lejos, me volteas a ver, vuelvo a sentir tu mirar lleno de odio, y como se ha ido transformando tu sonrisa en una risa de locura, tiras la llama sobre el niño, este está siendo quemado y llora…tu sonríes, y observas como tus demonios me atrapan sobre el colchón, no puedo moverme, no puedo hablar, no puedo hacer nada más que observar como lentamente se quema el cuerpo de…nuestros sueños…

…extiendes una mano y soplas sus cenizas en mi rostro…súbitamente estoy libre…te has ido con tus demonios, momento, me has dejado los míos….

Compartida por: Mr. J

Acostado en cama, silencio alrededor, tranquilidad total, vacío de horas, paz demoníaca, sentí tus caricias en la espalda, soledad total, tu seguidilla de  besos en mi nuca, tu aliento putrefacto…temía por mi vida…y así te busqué …mas solo encontré el roce de tu vestido de seda, en tu huida, y las marcas de la muerte en mi cuello…

Compartida por: Mr. J

Hoy me encontré escribiendo sin parar, al entrar la noche se me acerco me dio un beso y me dijo: Feliz Noche, mi amor, ¡Te amo!…

Cuando voltee para verla sonreír recordé, que ella falleció hace un año…vivo solo.

Compartida por: Mr. J

El cerro atravesado se localiza en la parte este de la ciudad de La Paz Baja California Sur, muy cerca de la calzada Margarita Maza de Juárez conocida también como Alta Tensión. Hace 50 años cuando  todavía no se poblaba esa zona, las personas lo veían con temor y poca gente se atrevía a recorrerlo, por culpa de la siguiente leyenda.

“En el siglo XVI, cuando eran constantes los saqueos a los barcos por parte de los piratas, se dio un naufragio en el Golfo de Cortés, por el cual se dio la llegada del aventurero o pirata llamado Tefall Lamartine, junto a su compañero de aventuras. Los dos desembarcaron en una frágil canoa en Punta Prieta y de ahí siguieron su travesía a pie pasando por las orillas del pequeño poblado de La Paz.

Ambos cargaban un pesado cofre que contenía joyas de oro y plata que despertaban la codicia del compañero de Lamartine. Durante el duro recorrido se vieron envueltos en fuertes discusiones hasta llegar a un lugar del cerro atravesado donde hoy se ven unos viejos arboles de San Juan, donde continuaron discutiendo toda la noche.

Tefall era desconfiado y ambicioso, así que al dormirse su compañero, toma su pistola y lo asesina, después de esto cavo un profundo agujero donde enterró el cadáver junto al tesoro.

Han pasado muchos años y los caminantes que se acercan al sitio cerca de la media noche, ven en el tronco de uno de los arboles viejos una pequeña luz que indica donde está enterrado el tesoro. Se han realizado numerosas expediciones buscando el tesoro pero ninguna ha dado resultados, algunos aseguran haber visto al pirata que se aparece en las noches de luna y el espectro desaparece en los arbustos haciendo que los buscadores de tesoros huyan de inmediato.

Se cuenta que un grupo de personas en el que había niños incluidos, subieron el cerro atravesado y hallaron una losa semienterrada con dos eslabones de fierro, trataron entre todos de levantarla pero les fue imposible, decidieron volver al día siguiente con la herramienta necesaria, pero misteriosamente  por más que buscaron el lugar y la lápida, no dieron con ellos.

Increíble leyenda relatada por Leonardo Reyes Silva en su libro “Mitos, leyendas y tradiciones sudcalifornianas”, pero  en un periódico donado al Archivo Histórico Pablo L. Martinez, podríamos encontrar un increíble y probable desenlace a esta leyenda.

“Diario Ultimas noticias” 3 de Septiembre de 1959.
La noticia que nos podría dar la pista del destino del tesoro del Pirata Tefall Lamartine es la siguiente:

“Se sabe que dos Zacatecanos habían encontrado un tesoro en las cercanías del cerro “Atravesado”, este que había sido la obsesión de varios investigadores, fue encontrado a 300 metros del revolucionario Gregorio Osuna, situada a pocos metros de la colonia Olivos. Inmediatamente después de consumado el hallazgo los afortunados colonos pusieron pies en polvorosa, huyendo con el cofre. Esto que a muchos podría parecer una noticia descabellada fue asegurada por varios leñadores del barrio de la tenería quienes según ellos vieron de cerca la labor de rescate emprendida por los zacatecanos.”

Es un hecho que se encontró un tesoro en el cerro atravesado, solo queda el misterio si será del ambicioso Tefall que mantenía embrujado el cerro o algún otro entierro, lo único seguro es que ya sea que el tesoro siga o no en el lugar, no sería extraño seguir viendo el fantasma del pirata vagar por el cerro atravesado, ya sea cuidando su tesoro o buscándolo.

Compartida por: Gilberto Ortega Avilés

El 8 de noviembre de 1576, Elizabeth Dunlop fue acusada de brujería y con la circunstancia agravante de maltratar a la gente con sus encantamientos. Las respuestas que dio en los interrogatorios que le hicieron los jueces tuvieron el siguiente carácter.

Cuando se le preguntó qué arte utilizaba para decirle a las personas dónde se encontraban objetos perdidos o para profetizar enfermedades, contesto que ella no tenía ningún conocimiento ni ciencia en esa materia; Pero que cuando alguien le preguntaba acerca de esas cuestiones, utilizaba a Thome Reid, que había muerto en la guerra de 1547, el cual resolvía cualquier problema que ella le planteara.

Lo describió como un hombre de edad avanzada, muy respetable, con una larga barba blanca y vistiendo una enorme gabardina gris en conjunto con un sombrero negro y una varita blanca que siempre sostenía en la mano. Al interrogarla acerca de su primera entrevista con aquel misterioso hombre, Elizabeth Dunlop dio una explicación patética de los desastres que la aquejaban y de cómo esa suerte había logrado la coincidencia necesaria para que se conocieran… caminaba para llevar a pastar las vacas, llorando amargamente, pues se le había muerto una, esto sumado a que su marido y su hijo estaban gravemente enfermos; ella misma estaba debilitada, pues acababa de parir; fue en esa ocasión en que se encontró por primera vez con Thome Reid.

— ¡Sancta María! Elizabethdijo la aparición — ¿Por qué te angustias y lloras tanto por cosas terrenales?

— ¿Es que no son razones suficientes como para estar desconsolada? le respondió Elizabeth. Mi marido y mi hijo están a punto de morir y acaso yo misma fallezca.

  • Elizabeth–dijo en tono de advertencia el espíritu , has hecho enojar a Dios por pedirle demasiadas cosas. Es recomendable que estés en paz con él. Tengo que decirte que tu hijo morirá antes de que llegues a tu casa; dos vacas más morirán también; pero tu marido se recobrara y se pondrá fuerte y sano.

La mujer se sintió un tanto reconfortada al enterarse de que su hombre sobreviviría a la desgracia, pero un sentimiento de terror la invadió cuando vio alejarse a su fantasmal consejero y pasar por el agujero del muro del jardín, demasiado pequeño como para que un hombre vivo pudiera entrar por él.

La segunda ocasión en que lo vio, él le dijo claramente cuál era su intención y le prometió que, si renegaba de la cristiandad y la fe recibida en el bautismo, la colmaría de objetos bellos y le daría todo lo que quisiera. Ella contesto que prefería morir masacrada bajo las patas de los caballos antes que renegar de la gracia divina. Se conformaría con recibir el consejo del fantasma en asuntos menores. El espíritu se marchó enojado.

Después se le apareció en su hogar en pleno mediodía, cuando ella y su marido convivían con tres sastres del pueblo; sin embargo, nadie, excepto ella, percibía el fantasma del viejo guerrero. El espectro llamó a la mujer hasta un extremo de la casa para mostrarle la imagen de un grupo de ocho mujeres y cuatro hombres. Los espíritus la saludaron y le dijeron:

  • Bienvenida seas, Elizabeth Dunlop, ¿vendrás con nosotros?

Pero ella, siguiendo las instrucciones del viejo fantasma, se mantuvo callada. Esas personas comenzaron a hablar en una lengua extraña, diabólica, y al poco rato se fueron, dando unos aullidos repugnantes.

Thome Reid le explicó que aquellos eran los seres buenos, que habitaban en el país de los duendes y que la estaban invitando a unirse a su corte. Elizabeth respondió que tenía que pensar bien las cosas, pues todo era muy raro.

—- ¡Acaso no me veo yo saludable, bien vestido y alimentado’? pregunto el espíritu.

Si le dijo ella, pero debía reflexionar en que existía una obligación con su marido y los otros hijos que le quedaban.

-¡Si ese es tu sentir, pocos beneficios tendrás de mí! amenazó el espíritu.

Elizabeth Dunlop afirmó a la corte que el fantasma de Thome Reid la visitaba con frecuencia en su casa y en todas partes, ayudándola con sus consejos. Si alguien la consultaba acerca de la enfermedad de otras personas o del ganado, o de cómo recuperar objetos perdidos o robados, ella se lo preguntaba a Thome Reid y este le daba la respuesta exacta.

También le enseñó cómo, observar los efectos de los ungüentos que le daba para presagiar la recuperación o la muerte de los pacientes que la visitaban. Elizabeth dijo que el fantasma le daba hierbas de su propia mano, con las que pudo curar a algunos niños destinados a morir. Asimismo, salvo a una doncella, cuya enfermedad la hacía desmayarse seis o siete veces al día, pues Thome Reid le había dicho que «era la sangre fría que le llegaba al corazón» y le preparó un bálsamo especial con mandrágora, belladona, nuez moscada, alas de murciélago y colas de rata. Con ese asqueroso brebaje se recuperó por completo. Pero otra señora que tenía gangrena en la pierna no se salvaría. Thome Reid había dicho que no se podía hacer nada por ella, pues la médula del hueso estaba muerta y la sangre corrompida. No había hechizo para ese mal, excepto un pacto con el diablo, pero eso tenía que hacerlo ella misma, el no podía hacer nada.

Todas estas consideraciones nos hacen pensar en el buen juicio del fantasma. Cuando dictaminaba algo sobre los objetos robados, se pudieran encontrar o no, siempre aseguraba una buena reputación a la profetisa Elizabeth Dunlop.

La gente la buscaba para preguntarle todo tipo de cosas y pedirle raros medicamentos que ella debía preparar a medianoche y, algunos, a la luz de la luna llena, en el cementerio. Así creció su fama, hasta que la ley puso su dura mirada sobre ella.

Fue sometida a crueles tormentos para que diera más detalles sobre su demoniaca relación con el espíritu. Elizabeth solo atinaba a decir que, mientras vivió, Thome Reid fue conocido en esta tierra como el mayordomo del señor Blair y después como valiente guerrero; murió en una batalla por salvar a su país. Esto lo sabía de cierto, pues Thome Reid le había dado recados para sus hijos y otros parientes junto con pruebas incuestionables, para que ellos supieran que él, desde el mas allá, la mandaba con los mensajes para que se redimieran ante la fuerza de Dios.

Elizabeth dijo que el espíritu siempre se comportó de forma correcta, salvo al insistir en que la acompañara al país de los duendes. Les confió que el fantasma se paseaba por sitios públicos y que se lo habían encontrado en más de una ocasión en el cementerio; que se mezclaba con los vivos sin que nadie, salvo ella, notara su presencia. Thome Reid le dijo que había espíritus que solo ciertas personas podían ver, pero que todos verían alguno antes de morir…

Al preguntar los jueces a Elizabeth Dunlop si podía explicar por qué solo ella podía ver al fantasma, respondió que era por aquello que les había explicado anteriormente; luego recordó que el día de su último parto una mujer maciza envuelta en un aire irreal había entrado en la cabaña y se había sentado al lado de su cama, para decirle con voz de ultratumba que su hijo moriría y que su marido agonizante iba a mejorar.

La visita había sido antes de conocer a Thome Reid, quien después le explico que aquella persona era la reina de los duendes y que él se ocuparía de ella de ahora en adelante por mandato de su majestad.

Thome Reid le pedía constantemente que la acompañara al país de los duendes, pero como ella se negaba, él le advertía que se arrepentiría.

Después, Elizabeth Dunlop hizo una descripción de la horda fantasmal que había conocido en sus visiones inducidas por abominables pócimas…

Los jueces la condenaron por brujería y contacto con el diablo. Anotaron con temblorosas manos en el libro del registro:

«Bruja convicta, condenada a ser quemada viva frente al pueblo.»

 

Bibliografía

Balam, Alaric (2012). Cuentos Clásicos de Fantasmas. México: Editores Mexicanos Unidos.

Sir Walter Scott

Compartida por: Anónimo

País: Guatemala