Leyenda sudcaliforniana
Hace muchos cientos de años, antes de que las naves españolas surcaran la quietud de la bahía de La Paz, vino al mundo una princesa llamada Huamai, hija de la reina Mayibel y del chamán guaycura. Desde su niñez, Huamai corría alborozada por los cerros que circundan el valle de La Paz. Se divertía cortando flores de pitahayas a la vera de los bosques. A la muerte de la reina Mayibel, la bella Huamai fue proclamada reina guaycura. Aun cuando contó con el enorme vasallaje de su tribu, fue odiada por los grupos rivales. La joven reina hubo de enfrentar sus ejércitos contra los aripas, comandados éstos por el gran caudillo Atupa, quien soñaba con reinar en la región.
Después de varios intentos fallidos, Atupa se declaró vencido y se refugió con sus tropas en la isla Espíritu Santo. Desde ahí planeó cómo conquistar el corazón de la reina Huamai. Decidido a lograrlo, en varias ocasiones envió emisarios portando cestos de ricas pedrerías y valiosos amuletos. Ella rechazó los regalos. Herido por el desprecio, Atupa juró vengarse, por lo que asentó su campamento sobre la costa, de donde salió una noche en que la reina contemplaba el paso de la luna desde lo alto del cerro, con la intención de ultrajarla por la fuerza y consumar así su venganza, al mismo tiempo que satisfacía sus deseos amorosos. Huamai, al ser acorralada y hecha prisionera por los soldados de Atupa, prefirió sacrificarse antes que entregarse al enamorado caudillo.
La reina sacó de sus vestimentas reales un pedernal de piedra roja que clavó en su corazón. Luego se lanzó al vacío. Una planta de pitahaya, a la que Huamai solía acudir en busca de bellas flores, alargó sus brazos y la atrapó evitando que cayera al precipicio. Así fue que ella quedó para siempre suspendida a la mitad del cerro, viendo hacia el paso majestuoso de la luna. Los vasallos guaycuras, al reconocer el valor desmedido de su reina, acudieron en romería a depositar toda suerte de 24 ofrendas en el lugar donde se dibujó la calavera de la heroína. A su llegada, los españoles encontraron en las cuevas del cerro de La Calavera un enorme número de restos de los cestos de palma que habían contenido las ricas pedrerías que los guaycuras ofrendaron a su reina, y que ahora estaban regadas por doquier.
Relatos posteriores a la venida de Cortés aseguran la existencia de un buen número de tesoros que los españoles, en su precipitada huida, enterraron con el fin de recuperarlos después. Aún son buscados dichos tesoros por aventureros que dan por cierto los fantásticos relatos. Quien transite desde La Paz hacia las playas que están al sureste de la ciudad verá la figura estática de la calavera de Huamai, que observa el paso de la luna mientras amorosa protege la existencia de los habitantes de la ciudad de La Paz.-
Bibliografía:
Reyes Silva, Leonardo. (2011). Mitos y Leyendas.
La Paz, Baja California Sur, México.
Enviada por: Sergio Avila