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Cuando ha habido terremotos en el Perú, se han descubierto nuevos muros incaicos y se han afirmado las suposiciones de que los incas sabían aplicar ciertos conocimientos arquitectónicos para que sus estructuras no fueran afectadas por los múltiples temblores que aquejan la zona. Muchas construcciones fueron hechas por los conquistadores, otras por las nuevas civilizaciones:

Un gran número de estas han caído, pero las más antigua las de los incas, siguen desafiantes, de pie, pregonando avanzada evolución que alcanzaron estos en el arte de construcción. Testimonio de ello son las ruinas del Cuzco las de Machu Picchu, la primera llamada capital arqueológica de América, la segunda, «la ciudad perdida de los incas».

Las ruinas de Machu Picchu cubren más de cinco kilómetros cuadrados. Su paisaje es de una belleza sobrecogedora. Al acercársele, lo primero que se divisa son las terrazas, hermosa simetría, en las que sus habitantes debieron cultivar sus frutos, como papa y maíz. Hay escalinatas por todas partes: más de un centenar, algunas de tres niveles, y otras hasta de 150. También se pueden observar todavía los vestigios del acueducto, excelente, como todos los que caracterizan a las ciudades incas. Hay restos de muchísimas casas algunas de ellas hasta con ventanas. Y no podía faltar Templo del Sol y una piedra del Sol, intihuatana, como ellos le llamaban. Impresionan sobremanera el Templo de las Tres Ventanas y la Plaza Sagrada. Este complejo arquitectónico supera incluso al del Cuzco, por la exquisitez de sus construcciones, y les da más gloria a los incas en lo que a arquitectura e ingeniería se refiere.

Al sur del santuario se construyó una amplia y preciosa terraza, a la que se le ha llamado la Plaza Sagrada, porque a sus lados se levantan los templos más grandes de Machu Picchu. Muy cerca de ella se encuentra un gran peñasco en forma de almeja, en el cual hay siete escalones curiosamente cortados en granito disgregado. Al final de estos, en la cumbre de la roca, se construyó una plataforma, sobre la cual se cree que se paraban unas tres o cuatro personas con el fin de saludar al Sol naciente. El Sol era su dios principal.

Más abajo del peñasco, hacia el norte, todavía quedan los muros de una pequeña casa de unos cuatro metros de ancho. En estas paredes se puede observar el mejor trabajo Inca de todos los tiempos: paredes formadas de perfecto y precioso granito blanco, casi todas rectangulares y, como en la mayoría de las edificaciones incas, están calzadas sin cemento, arcilla o argamasa. En esta casa se puede observar una hermosa piedra de 32 ángulos. Otros bloques simétricos se unen para formar un sofá pétreo que abarca, al fondo, lodo el ancho de la pequeña casa. Según los historiadores, esta casa era un mausoleo real y el «sofá» servía para soste­ner las momias de los emperadores incas.

Contiguo al templo principal está el mausoleo, uno de los más bellos del Perú precolombino. Su muro oriental parece haber cedido unos 30 cm, atrayendo hacia si una parte del muro norte. Las dos paredes son tan sólidas que se han movido como una sola piedra. Algunos creen que el lincho de que no se le haya puesto techo al templo fue para que las momias que se guardaban allí pudieran recibir el sol. Un madero cruzaba el lugar de pared a pared, colgante a él, una hermosa cortina que se cree servía para proteger el interior del templo de las miradas que llegaran de la plaza.

En este lugar, los nichos son de proporciones casi iguales, también los bloques. Al apreciar la simetría de los diseños y los bloques empleados en estas construcciones indígenas, una pregunta ha sido la constante que ha surgido en las mentes de los historiadores y arqueólogos que han estudia­do las ruinas: ¿Cómo pudieron lograr aquellos cortes y aquella simetría unos constructores que no conocían la rueda, el torno ni el hierro? ¿Cómo erigieron tan imponen­tes templos sin disponer siquiera de cemento?

El famoso explorador norteamericano Hiram Bingham descubrió la impresionante ciudad inca, pero fue guiado por el agricultor peruano Melchor Arteaga (al que recompensó con un sol). Llegó una mañana de julio de 1911, para encontrar la ciudad y darla a conocer al mundo entero. Debido al encumbrado de su situación geográfica, tuvieron que caminar un tramo, el resto lo siguieron a gatas «hasta sosteniéndonos con las uñas», declararía después. Luego de más de hora y media de difícil ascensión, la histórica ciudad ofreció el mejor de sus ángulos, como bienvenida.

Hiram fue el que llamó a uno de los templos, Templo de Tres Ventanas, porque para él éste resultó ser el más sugestivo y significativo. Según su opinión, gracias a este templo podemos saber que realmente existió Manco Cápac, legendario fundador del imperio inca que se presume vivió allí.

Según algunas tradiciones ancestrales del Perú, un oráculo había ordenado a Manco Cápac construir un templo tres ventanas para Inti, el Sol, en el lugar donde hubiera nacido él. Este famoso templo fue erguido al costado oriental de la Plaza Sagrada. Tiene muros en tres de sus lados y, el otro extremo, hay un pilar monolítico que sostiene el techo, detalle por el que se distingue de todos los demás templos y palacios de esa ciudad. Otra característica de este palacio es que muestra algunas hileras de piedras ¡pegadas con arcilla!

Se cree que para lograr esta estructura, su constructor tuvo que hacer un cimiento para el muro oriental que bajaba hasta el nivel de la siguiente terraza. Para esto empleó cuatro grandes piedras y elaboró un muro de once pies de alto, desde la terraza hasta el nivel de un dintel de ventana. El dintel de cada una de las ventanas forma parte de un ciclópeo bloque poligonal. Los muros del templo son de bloques, algunos de ellos bastante irregulares, pero todo cada uno de ellos de granito blanco bien escogido y hermosamente trabajado.

Según la descripci6n de su descubridor, Hiram Bingham se cree que este templo fue terminado, o posiblemente reconstruido, años después de su creación original. Tal vez hayan sido los incas quienes concluyeron el trabajo, pero no se sabe quién lo principió, ni cómo idearon la arcilla y los bloques ciclópeos en la hilera inferior del templo.

No solamente en este edificio hay una mezcla de estilos arquitectónicos, sino que en otros de esta ciudad también se han fusionado diferentes tipos de construcciones, lo cual pa­rece indicar que fueron diversos grupos de personas los que erigieron los templos. Pero respecto a su identidad, cómo llegaron allí y en qué fecha, o porque se fueron, todavía no se ha logrado descubrir nada. Lo que muchos de nosotros quisiéramos saber es si alguna vez se encontraron ambos grupos, si se enfrentaron y los incas los exterminaron, o si partieron  pacíficamente. Pero, nuevamente, ante estas preguntas, solo obtenemos un profundo y espeso silencio.

Los primeros exploradores de Machu Picchu, entre ellos Bingham, descubrieron grandes cantidades de vasijas in­cas pero también otros objetos pertenecientes a épocas arcaicas: huesos de bisonte, hachas de piedra, extraños trozos de madera, dados y cuchillos de obsidiana. Algunos historiadores creen que, antes de los incas, integrantes del reino pirua, también conocido como «el reino de los gigantes”, habitaron la ciudad. Pero, estas aportaciones, muy lejos de esclarecer la situación, solamente han generado más preguntas.

Se han encontrado además cuchillos de hierro y algunos objetos europeos. Bingham también encontró una piedra, en la cual alguien había esculpido un nombre español y un número: 1902. En su diario el explorador expuso su incomprensión ante el hecho de que, si alguien llegó allí antes que él, haya ido ocultando tan importante descubrimiento.

Existe la posibilidad de que haya encontrado algún tesoro y por eso huyó, para que nadie se lo disputara. Otra teoría afirma que quizás murió antes de poder revelar su hazaña. Sin embargo, en las cercanías, no se encontraron restos humanos de fechas recientes al hallazgo de Bingham.

Si allí se enterraron cadáveres de personajes importantes para los incas, como los que se han logrado descubrir hasta ahora, ¿dónde están sus pertenencias? Para los incas, el oro era el sudor del Sol, y la plata el de la Luna, y en esta zona es donde erigieron los templos para sus dioses, sin embargo no se hallaron objetos de estos preciosos materiales.

Unos 500 años atrás, alguien con quien sabe que objetivo y valiéndose de medios hasta ahora desconocidos, construyó esta ciudad, ubicada a 2.060 metros sobre el nivel mar. Algunos creen que fue un refugio para las Vírgenes del Sol, porque en la mayoría de las cámaras descubiertas por Bingham había restos de mujeres. Pero otros afirman era un puesto de avanzada militar… Y hay quien ha asegurado que era el lugar de descanso del emperador, o el refugio de los incas para escapar del conquistador Francisco Pizarro.

Machu Picchu significa «viejo pico», pero sus preciosas construcciones, si bien antiguas, siguen estrenando cada día nuevos misterios. Muy abajo de su perspectiva, a 600 metros, el río Urubamba refresca el paisaje del Machu Picchu de hoy. Si los incas todavía existieran, es seguro que revelarían estos misterios, y todas las incógnitas que de ellos tenemos, quedarían ampliamente despejadas; ¡si tan sólo la conquista y el tiempo no hubieran destruido esta impresionante civilización!

 

Bibliografía

Álvarez, M. (1991). Grandes misterios de todos los tiempos. Colombia: Editorial América, S.A.