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Noche de perros – asi la definio mi acompañante – fue la noche en que hallamos, con las manos férreamente sijeyas a una mata de escubilla, a Chon Zelada, botado en la quebrada de Orotapa.

Las fuertes y pertinaces lluvias de octubre caian de tal forma sobre nosotros, que ni siquiera respetaban nuestros ponchos de hule, llegando hasta colarnos los huesos.

  • Lo mejor será, patrón – insinuo mi acompañante, en tan triste estado – que lo levantemos y que nos lo llevemos pa´lahacienda.
  • Eso mesmo pienso yo, vos Lupe, hagamoslo…ayúdame a levantarlo, queres…
  • Gueno…

Entre los dos levantamos a su pesado cuerpo sin sentido, que quien sabe cuanto rato llevaba de estar allí en esa posición. Lo subimos sobre su yegua que fiel no lo había abandonado ni un momento. Lo atamos sobre la montura con el pial. Y emprendimos, seguidos por la bestia que llevaba encima el cuerpo sin sentido de su dueño. La caminata de siete leguas largas que teníamos que recorrer para llegar a la hacienda.

Durante la trágica travesia, solamente nos hicieron compañía, el ruido de los grandes goterones de lluvia, las pisadas de las bestias sobre el enfangado camino, y los tapacaminos que haciendo cabriolas frente a los caballos los hacían ponerse pajareros. ¡oh, soledad sobrecogedora de las noches de lluvia, en las que los hombresnos sentimos solos, infinitamente solos….¡

Al pasar frente a la criz de paloencalado, colocada a la vera del camino para recordar que allí aplicaron la “ley fuga” al Chema Lopez, famoso revolucionario de la época de los “lucios”, Lupe salio de su mutismo, y me saco del mio, diciéndome:

  • ¡A mi se me figura, patrón, que en este lio de la caída del Chonanda de por medio La Ciguanaba…!¡A mi se me imagina que´es ansina!no ve que la fianda Chepa, mi mairina, que Dios tenga en su santa gloria, nos contaba que si´aparecia en esos lugares en la forma de la traída d´uno pa´despues llevárselo a caminos en que lo deja a uno perdido…
  • ¡Qué Ciguanaba ni que nada, vos Lupe! El Chon se cayó de piro bolo que ha de haber venido. ¿No le sentiste, pues, el tufo a guaro que despedia…?

Y nos volvimos a quedar silenciosos. Muy entrada la noche, tan entrada que en la casa todo el mundo dormia, llegamos a la hacienda…

Y ansina como se le figuraba al Lupe, pasaron las cosas. El mesmo Chon, al volverle al día siguiente el “alma al cuerpo”, nos hizo el relato de todo lo que le había pasado. ¡Por un puro milagro era que podía contar el cuento!

Todo el día lo pasó chupando ricos y largos tragos de “olla de San Chomo” en el estanco “Aquí se olvidan las penas”. La goma que le dejó el mucho guaro bebido en un velorio le obligó “a seguirla” en compañía de unos cuantos amigos. La goma es bien fregada y el flato que ella causa no se va si no es con más guaro.

A las seis de la tarde se sintió como nuevo. Se despidió de sus amigos. Se hechó al cuerpo la última cuarta y se fue para la hacienda.

“No te vayás, vos Chon – le dijeron sus amigos- mirá que el tiempo está muy requeté perro y te puede pasar algo. Quédate con nosotros y te vas mañana de alba”.

No les hizo caso, fustigó a su yegua en la que se mentó de un brinco, y se fue como ventarrón para la hacienda.

Entre obscuro y claro pasó por la quebrada, en ella divisó, como a dos varas de distancia, a la Cholita, que haciéndole dengues la llamaba para que se acercara a donde ella estaba.

“Mujeres del diablo – nos contaba el que pensó – anoche tan retrechera que estaba conmigo en el velorio y aura se me viene a ofrecer…”

Se bajó de la bestia. La dejó al lado del cerco. Y se fue derechito a donde estaba la Cholita.

Sin decirle agua va, se le fue encima, para darle un abrazo, meterle zancadilla y “hacer una de las suyas…” Pero al estrechar su cuerpo, sintió que este era como de plumas notando al mismo tiempo que la cara de la que creía que era la Cholita, se transformaba en la faz horrorosa de la ciguanaba, que ya principiaba llevárselo hacia los caminos en que pierde a los infelices que caen en sus redes. Tuvo tiempo aún para agarrarse a una manta de escubilla, y no supo más de el. ¡Perdió el sentido!

“El agarrarme de la manta de escubilla me salvó, patrón. No ve, pues, que cuando el malo hizo a la ciguanaba le faltaba pelo que ponerle y se lo puso de lo primero que encontró en los caminos de escubilla, y por eso el único medio de que ella lo suelte a uno cuando se l’iaparece, es agarrarse de una mata de escubilla y halarla fuertemente, pues entonces ella siente que le hala uno el pelo y lo suelta…”

¡Y esa fue la causa de que encontráramos a Chon Zelada, con las manos férreamente sujetas a una mata de escubilla, botado en la quebrada de Orotapa…!

 

Bibliografía

Gálvez, F. B. (2006). Cuentos y Leyendas de Guatemala. Guatemala: Piedra Santa