Ulises, hijo de Laertes y de Anticlea, era rey de la Isla de Itaca y de la de Lulicio. Cuando nació, sus padres rogaron a su abuelo Antolico, hijo de Mercurio, que le pusiese nombre, y éste contestó:
Sin duda fue un principe sagaz, astuto y prudente, que en guerra de Troya contribuyó más al triunfo de los griegos con su astucia que lo hicieron los otros con sus proezas.
Llegó un momento en que el ejército griego ya estaba realmente agotado de sostener el cerco de la ciudad troyana, así como de las múltiples e infructuosas batallas que se estaban liberando para conquistarla.
Fue entonces cuando el adivino Calcas convocó una asamblea de los héroes y jefes del ejército, en la que indicó:
Todos los reunidos estuvieron mucho rato cavilando, pero a nadie se le ocurría un medio. Entonces, el astuto Ulises concibió una temeraria estratagema, que fue rápidamente aceptada por todos. Les dijo:
Solamente los héroes Filoctetes y Neoptolemo se opusieron a este proyecto, considerando que no era propio de los griegos utilizar la astucia, sino el arrojo y el valor, para rendir Troya. Pero el adivino Calcas comentó:
Todos se retiraron a descansar, con el propósito de llevar a cabo la estratagema propuesta por Ulises. Y en el curso de aquella noche, la diosa Atenea se acercó al lugar donde dormía el griego Epeo, famoso por su habilidad, y le ordenó:
Epeo tan sólo tardó tres días en hacerlo, al cabo de los cuales se obra causó la admiración de todos por su buen parecido y colosal altura.
Una vez terminado el caballo, todos los héroes quisieron entrar en él. Entre los muchos que penetraron en su interior figuraban el hijo de Aquiles, Neoptolemo, Menelao, Diomedes, Ayax, Filoctetes, etc.
Quedó encargado del caballo un tal Sinón, héroe perfectamente desconocido por todos.
El artista Epeo, constructor del caballo, fue el último en entrar en su interior, cerrando tras sí la disimulada puerta.
A continuación, los demás griegos se apresuraron en levantar y destruir el campo, dirigiéndose a toda prisa a la isla de Ténedos para ocultarse en ella.
Todo ocurrió tal como Ulises había previsto. Horas más tarde, la ciudad de Troya caía en poder de los griegos.
Bibliografía
Repollés, J. (1979). Las Mejores Leyendas Mitológicas. España: Editorial Bruguera, S.A