Quizá de las más antiguas, al propio tiempo que más populares leyendas del Japón, sea la llamada Urasima, que un tan docto historiador como el inglés W.G. Astom cree que procede nada menos que del siglo VIII o antes de él. Dice así, puesta en prosa, pues está escrita en verso: “Salió el pescador y
Cuéntase que Susanoo, el dios de las Tempestades y del Valor, expulsado del cielo por su agresividad y mal comportamiento, se quedó en la tierra en lugar de trasladarse al mar, lugar al que había sido destinado. Y para no aburrirse se puso a viajar de un sitio a otro, observando las cosas y estudiando
La diosa Amaterasu, cuya imagen simboliza al Sol y con el cual se confunde a veces, es considerada como fundadora de la nación japonesa, en cuyo país goza de universal veneración. Amaterasu recibió de su padre, Izanagi, la orden de gobernar el mundo; pero envidioso de ello su hermano Susanoo —que significa «el macho impetuoso»—,
Allá en el principio de los tiempos, cuando la tierra todavía no existía y las aguas del océano ocupaban, como Dueñas absolutas, todo el globo, en la infinita bóveda azul del cielo habitaban los dioses inmortales. Estos seres sobrenaturales eran, al parecer, semejantes en su aspecto a los hombres de hoy, pero más majestuosos, más